MI INFANCIA

23.04.2018

Cuando era pequeña era muy inquieta, la curiosidad era quien marcaba mis pasos y al miedo le daba la espalda por completo, y digo esto porque no he vivido en una ciudad repleta de edificios, parques, centros comerciales... he vivido y vivo en una montaña, en la que cada día había una nueva aventura que descubrir, estanques que investigar, casetas que diseñar y construir en un lugar donde nadie nos pudiese encontrar (con muebles, con cartones, con bidones...), aquí la imaginación se desarrollaba al completo, y en medio de todos esos estanques, todas esas aventuras, el miedo nunca estuvo presente, escalé, me deslizaba por montañas, caminaba al borde del abismo en muchas ocasiones, y el miedo nunca se manifestó, no había nada que pudiese interponerse en mi camino. 

Mi madre siempre marcó muy bien los tiempos, y si lo incumplía, eso suponía estar en casa varios días sin salir (imagínense como estaría yo en mi casa, sin sentarme ni siquiera 5 minutos en el sillón, no jugaba con los juguetes,  y necesitaba estar haciendo cosas continuamente), por eso, intentaba cumplir con el horario. 

Del colegio recuerdo que fueron buenos momentos sobre todo en los cursos inferiores, para mi eran todos los días fiesta, porque estar pintando, jugando, leyendo... de forma rotatoria y no de forma estática era perfecto, pero siempre con la connotación de que desconcentraba al resto porque era MUY HABLADORA, y no lo digo yo, está plasmado en todos los boletines de notas jajajajajaja. Para mí era algo normal, por eso nunca entendí que tenía eso de malo.

Mi madre en muchas ocasiones manifestó a los médicos que mi enérgica actitud no era del todo normal, que algo debía existir, pero siempre obtuvo como respuesta "es una niña inquieta, eso es todo", ojalá hubiese sido eso sólo. Porque me marcó muchísimo en los años venideros. 


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