MI ADOLESCENCIA

22.04.2018

Durante la adolescencia como cualquier niño sufrí los cambios propios de la época, nuevo centro escolar, nuevos profesores los cuales no tenían esa relación más cercana que sí tuvieron los docentes  en el colegio, supongo que esto sucedía así fruto del número de alumnos, también el conocer a nuevos compañeros, convivir con gente más mayor que tú porque estaban en cursos superiores ( hasta 2º de Bachillerato), pero como ya dije en el anterior artículo, yo al miedo siempre le dí de lado, ni siquiera estuvo presente el primer día de Instituto.

Fue una época complicada, porque el nivel de exigencia en los estudios era mayor y nunca había tenido una constancia con los estudios, unos hábitos, una agenda... es decir, nunca tuve mi vida organizada. Esto supuso que las etiquetas llegaran muy rápido a mi figura, yo era como un maniquí expuesto al que cualquiera tenía libertad de acercarse y etiquetarme con total libertad, sobre todo los profesores, esos que se suponían que habían llegado hasta sus puestos de trabajo pasando una oposición, en la cual parece que se olvidaron de prepararlos para saber cómo actuar con determinados alumnos que requieren de un trato diferente, los mismos que muchos se atrevieron a compararme con mi hermana, quien si tenía un informe académico impecable. 

En 1º y en 2º de la ESO, apenas suspendí, pero en 3º ya la situación cambió de forma radical, ya no solo era misión imposible estudiar, sino que además mis padres habían decidido separarse, y la verdad es que no fue una separación amistosa que digamos. Ese cambio de vida, porque lo es, puso todo patas arriba en mi hogar, ahora tocaba intentar no naufragar en una tormenta sin precedentes, llena de olas que llegaban de todas partes sin sentido y que hacían peligrar la permanencia de mi barco en un mar que yo no había decidido que estuviese revuelto, pero el ser humano puede con todo, porque a pesar de las circunstancia en que se dio la situación, la soledad la cual se apoderó de todo mi ser sin pedir permiso (porque en ocasiones aunque estemos rodeado de mucha gente, la soledad se impone ante todo), el sentir que ya mi hogar no era lo que era, que esa persona a la que había querido tanto y que para mí era una gran figura desapareciese dejando tras su rastro dolor y más dolor, ya después de eso, podría venir cualquier cosa que no encontraría a una adolescente derrotada, sino todo lo contrario, aprendí a sobrellevar las cosas aunque el dolor siguiese ahí, aprendí a acostumbrarme a vivir sin esa persona, aprendí que el dolor te hace más fuerte (aunque no siempre deben ir de la mano sufrimiento con fortaleza), y aunque aprendí muchas cosas, también aprendí mucho de mí, de lo capaz que fui al resurgir de mi tristeza (aunque se mantuviese la misma escondida tras una sonrisa fingida, impuesta), en ese momento fue cuando comprendí que el ser humano está "hecho de otra pasta", que en los peores momentos ( que para mí ese lo fue) tu mente se mantiene fría y eres incluso capaz de demostrar al resto que tu vida es perfecta, cuando realmente  la misma había sido devastada por un terremoto que había dejado ver hasta incluso los cimientos, pero los vio, no los destrozó. 

Continuará...

© 2018 Mi vida con TDAH. Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar